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Arsene Wenger cumple dos décadas como técnico del Arsenal

El entrenador llegó en setiembre de 1996 y 20 años después sigue ahí, en un paisaje totalmente transformado gracias en parte a él.

Su contratación se debió al empecinamiento del vicepresidente del club David Dein, seducido por el discurso e incluso la manera de bailar de aquel francés que había conocido en una cena y que entrenaba a un equipo japonés tras haber dirigido al Nancy y el Mónaco.

El fútbol inglés de 1996 era muy fiel al tópico, en el juego y en las maneras. Antes de Gullit y Wenger, que empezaron al mismo tiempo, el eslovaco Josef Venglos era el único no británico ni irlandés que había entrenado en la liga inglesa, al Aston Villa. Ahora, 15 de los 20 técnicos de la Premier League no son británicos.

El holandés duró apenas una temporada y media al frente del Chelsea, pero Wenger sigue ahí.

El Arsenal que se encontró era un equipo rocoso y triste, el  ‘boring, boring Arsenal’ de ‘fever pitch’, el libro de Nick Hornby que narra los sinsabores de sus seguidores. "Todos los hinchas del Arsenal, los más jóvenes y los más viejos, tenemos claro que no gustamos a nadie, y cada día sentimos ese disgusto reiterado", explicaba Hornby, que en ese mismo libro lamentaba que el pase había desaparecido del fútbol inglés.

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Hasta que llegó Wenger. "Si te pregunto cuál es el mejor equipo del mundo, me dirás que Brasil. ¿Juegan buen fútbol? Sí. ¿Qué equipo ganó todo el año pasado? El Barcelona. Buen fútbol. No tengo nada en contra de ser pragmático, porque precisamente lo pragmático es dar un buen pase, no uno malo. ¿Es que alguien podría afirmar que una mala solución, como darle un patadón al balón, es pragmática porque alguna vez funciona por accidente?", explicó al Daily Mail en 2009.

Después de veinte años de aplicación continua de este principio, es casi imposible encontrar entradas para un partido de este equipo del norte de Londres, que echó abajo el vetusto Highbury para construir una maravilla moderna de nombre poco evocativo como Emirates Stadium.

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Un club que descubrió que podía hacerse de oro con el buen ojo de Wenger, capaz de traerse a un juvenil del FC Barcelona como Cesc Fábregas por casi nada y vendérselo al mismo club 8 años después por 35 millones de euros. De rescatar a Thierry Henry de un paso frustrante por la Juventus y convertirlo en estrella mundial. O de explotar el miedo a ir en avión de Dennis Bergkamp para convencerlo de que viniera a mostrar sus maravillas a una liga de viajes cortos pero, en aquel momento, escaso encanto.

Con los dos últimos, y un mariscal de campo como el francés Patrick Vieira, Wenger forjó el mejor equipo de la historia de la liga inglesa, "los invencibles", que ganó el título en 2003-2004 sin perder ni uno de sus 38 partidos, heredando el apodo de Preston North, que logró la misma gesta en los albores del fútbol, en los años 1880.

Con él al frente, el Arsenal ha ganado tres ligas (1998, 2002 y 2004), seis Copas de Inglaterra (1998, 2002, 2003, 2005, 2014, y 2015) y llegó a una final de la Champions League (2006), una competición a la que siempre se ha clasificado.

Wenger ha superado la edad de la jubilación (tiene 66 años) y en los últimos años se le ha cuestionado por la falta de títulos, pero su legado es incuestionable.

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El entrenador francés instauró en Inglaterra el cuidado de la dieta, prohibió los dulces a los jugadores y les retiró la cerveza de su bar, cuando alcohol y futbolista inglés eran sinónimos; empezó a usar métodos científicos para mejorar el rendimiento, y trajo aire fresco y cosmopolita que convirtió la Premier League en la liga más rica del mundo. En definitiva, contribuyó a refinar el fútbol nacional desde el buen gusto.

"Arsene es un aristócrata. No se mueve por los valores de clase obrera de Alex Ferguson, o la naturaleza agresiva de José Mourinho. Trata de educar, por encima de todo", dijo de él el entrenador rumano Mircea Lucescu.

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