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Jugar menos para jugar mejor

Se nota la fatiga de cuatro juegos en diez días. Lo dice Juan Carlos Osorio, el técnico de Nacional. “Los últimos han sido días muy difíciles”. Pobres. Se queja él. Y se queja su colega del Deportivo Cali, Héctor Cárdenas. Lo más importante ahora es la “recuperación física y psíquica” del equipo. Claro. Son dos casos con destinos distintos. Nacional vive en la Liga, la Copa Postobón y la Sudamericana, pero está exhausto. Y Cali, también rendido, se quedó sin aire y solo vive en la Liga. Ambos en cualquier caso renegaron. Y tienen razón. Pero no porque los jugadores sean de porcelana y sean incapaces de estar en la cancha cuantas veces se requiera, sino porque el fútbol colombiano en exceso no encanta sino que satura. ¿Quién no podría entender acaso que en los equipos colombianos los  jugadores sobresalientes escasean y que sin ellos es un purgatorio disputar tres torneos en un semestre? Osorio y Cárdenas entonces tienen razón en su llanto, como tantos otros que se han lamentado por la Dimayor y la prostitución del espectáculo. Un miércoles de 2007 a las 7:45 de la noche, Cúcuta empezó a jugar contra Gremio por la Libertadores. 45 minutos después, tuvo que empezar otro partido, con suplentes, contra Chicó en Tunja. Casos así han pasado mil veces. Es vergonzoso. La salida que queda es más una encrucijada. Obtusos, muchos dirigentes creen que entre más partidos haya se suma más dinero.  Renunciar a jugar sería como dejar de comer, piensan. Sin embargo, esta hipótesis es contraria. Hay que acabar con las contiendas inútiles. “No se puede poner a un equipo a hacer una maratón como esta” que estamos viviendo. Lo dijo, otra vez con acierto, el DT de Nacional. Lo cual se entiende también desde la voz del hincha que ve a su equipo y seguramente se cansa de encontrarlo con equipos que, se supone, no están a su nivel. A veces, ver todos los partidos del fútbol colombiano en un fin de semana es como obligarse a ver una mujer fea en bikini. Ni los clásicos animan, además porque son muchos al año. La última fecha de los tales “clásicos” debió salir en Sábados Felices y no presentarse así en los estadios: Envigado-Águilas Doradas; Equidad-Fortaleza; Pasto-Cali; Chicó-Patriotas; Caldas-Petrolera y Junior-Autónoma. Qué grima. Lo único real de esa jornada, en nombres, fue Nacional-Medellín; Millonarios-Santa Fe y Huila-Tolima. Así que si uno agrega que a esos partidos toca disfrutar, obligados,  los que se ven en la Copa Colombia y en la propia Sudamericana con rivales como Huachipato, General Díaz, y Deportivo Capiatá no queda más remedio que hacer, mientras algo cambia, lo que es costumbre en este país: cerrar los ojos ante lo que no nos gusta. Seguir a @javieraborda

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