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Armstrong, peor que Maradona

A diferencia de un adicto, Lance Armstrong se debe calificar como uno de los más grandes farsantes de la historia. En nombre propio construyó una leyenda del ciclismo y al final dejó al deporte que todo le dio al borde del abismo. Ni siquiera Maradona le hizo tanto mal al fútbol con todas sus malas salidas. Armstrong es el cáncer de esta disciplina, la decepción de miles que vieron en él un ejemplo de admiración y superación. Hay quienes defienden equivocadamente su conducta premeditada de corrupción. Alegan, tal vez extasiados aún con las gestas que logró montado en una bicicleta, que en su tiempo de grandes victorias casi todos se dopaban, que fue víctima de la presión de los patrocinadores y que además fue capaz de renacer de un cáncer testicular. ¡Que incluso con ayudas inoculadas fue siempre un superdotado del ejercicio! Pero en este caso el culpable está inmerso en un clan de bandidos y contó con toda su capacidad para preparar y ejecutar la artimaña. Es diferente del caso de Maradona, por ejemplo, ya que él pecó en el fútbol siendo un adicto a la droga. O de Gerd Muller, Ariel Ortega, Garrincha, Hugo Sotil, Paul Gascoigne, George Best y tantos otros cracks que sucumbieron ante el alcohol y el vicio. Estaban enfermos. “Nos drogábamos, no dormíamos, y después teníamos que salir a la cancha. Yo no saqué ventaja deportiva, yo le di ventaja deportiva al rival", apuntó ya un Maradona rehabilitado.Armstrong, en cambio, se hizo partícipe de la peor maquinaria de dopaje del mundo. Ni más ni menos. Que reconozcan ahora su “honestidad” a sabiendas de su pasado mentiroso es igual de infame, como ridículo. Cuando los ídolos se desvanecen en su propia humanidad da grima. Es una pena lo que pasa con Lance porque fue en su momento el gran ejemplo para miles de deportistas, niños y para la misma sociedad. Pero ‘El deporte sí se mancha’. Y muchas figuras tienen el “mea culpa”. Mark McGwire reconoció haber consumido esteroides después de batir el récord de “home runs” conseguidos en una sola temporada (70, en 1997). McGwire competía entonces con el dominicano Sammy Sosa, quien confesaría después haber usado un bate de corcho para impulsar más lejos la pelota. Barry Bonds superaría luego a McGwire con 73 “home runs”, en 2001, pero también se vio inmerso en un escándalo de dopaje.  Tiger Woods, en un plano más personal, parecía ser el mejor hombre de familia del planeta y resultó ser un adicto a las prostitutas. Ronaldo, el máximo goleador de los mundiales, protagonizó un escándalo con travestis, a los que ni siquiera pagó por sus servicios. Ben Johnson, uno de los mejores velocistas de la historia, dio positivo por un esteroide anabolizante por lo cual perdió su medalla de oro en Seúl 1988 y echó al lastre su carrera (fue suspendido de por vida). “El Tour (de Francia) no se gana tomando agua mineral”, dijo también Jacques Anquetil, ganador cinco veces de la prueba. “Era parte del trabajo, parte del juego", afirmó Laurent Fignon, quien en 1987 y 1989 dio positivo con anfetaminas. "Siento tristeza y un dolor profundo", aseguró el arquero colombiano René Higuita al reconocer un dopaje por cocaína cuando tapaba para el Aucas ecuatoriano, en 2004. Con la atleta Marion Jones, Floyd Landis y muchos otros pasó algo similar. Ellos, pura carne y hueso, declinaron ante la exigencia deportiva y personal. E intentaron hacerse más grandes basados en la deshonestidad. Dejaron de ser espejos, se volvieron como la mayoría de los mortales, llenos de pecados. Por eso, está más que bien que  la Usada (Agencia Antidopaje de Estados Unidos) haya suspendido de por vida a Armstrong y lo haya despojado de sus siete títulos del Tour de Francia. Sus nefastas acciones merecen ser castigadas. ¿Y ahora qué viene? Armstrong había asegurado en su web oficial –en un comunicado de defensa que ya no aparece publicado- que “Llega un momento en la vida de un hombre en que hay que decir “Ya basta”. Para mí, ese día ha llegado hoy. He tenido que convivir con reclamaciones sobre mi dopaje, sobre mi injusta ventaja respecto a los demás para ganar los siete Tours desde 1999”. Pero ese hoy no puede ser mañana. “Me dedicaré – agregó Armstrong- al trabajo que empecé antes de ganar mi primer Tour de Francia: servir a la gente y a las familias afectadas por el cáncer, especialmente a aquellos en comunidades desfavorecidas”. Muy buena suerte para Armstrong en esa bienvenida meta. Es altruista y filantrópica. Para luchar contra el cáncer sí que se necesitan medicamentos y ayudas farmacéuticas. Así que sabe de qué está hablando. El ciclismo no lo debe extrañar, en absoluto. Armstrong tiene que ser atendido como un impostor y no como una víctima. Fabian Cancellara comentó alguna vez que "El ciclismo nunca morirá, es demasiado hermoso". Y ojalá sea cierto, a pesar de la mala fama. Seguir a @javieraborda

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