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¡Ayúdeme a entregarle un premio a la Dimayor!

Ya quisieran la NASA o las más respetadas comunidades científicas del mundo contar con la capacidad inventiva de quienes administran el fútbol colombiano. Especialmente por las joyas que han dejado este semestre. El repertorio es bárbaro. Digno de mentes avanzadas. Tanto, que desafía el sentido común de los miles de aficionados. Y es que es difícil de creer, por ejemplo, que la Dimayor aplace sin temor alguno la fecha de sus semifinales para prolongar en exceso una decisión vergonzosa. No puede llamársele de otro modo al descaro que cometieron con Deportes Quindío, Atlético Nacional y América de Cali. La Comisión Disciplinaria decidió, por segunda vez en la historia del rentado nacional, dejar un partido sin puntos. Sin vencedor ni vencido. En un contrasentido absoluto; se demoró tres instancias para acomodar su fallo y condenar al Deportes Quindío por la intervención de su técnico sancionado Fernando Castro en el partido contra los verdolagas en Armenia. Y aquí se enreda todo, porque el demandante se quedó sin premio. Los de Santiago Escobar, terribles dentro de la cancha, dependían de esas unidades de escritorio para clasificar a cuartos de final. No las consiguieron y, de paso, dejaron tranquilo al América, perjudicado en caso de una determinación contraria. Justamente fue el peso del América -su historia, sus títulos, su hinchada- el que impidió tal exabrupto. ¿Qué se le habría dicho a un grupo de jugadores con carencias que lo que hicieron con fútbol se lo quitaban desde un estrado? Estoy seguro, medio país se le venía encima al ente que preside Ramón Jesurún. De fracturas, marihuanas y otras perlas Ya sabrá, querido lector, que la Dimayor no es ni mucho menos un organismo “tacaño” en materia intelectual. Su brillantez da para más. Mucho más. Apúntele a su sumario de patentes el castigo de ocho fechas que le impuso a Andrés Cadavid por fracturar en la tibia y el peroné a José Luis Tancredi. Desmedida o no, no es siquiera equiparable a la sanción que debió tener Diego Álvarez, agresor, con la misma gravedad, del bogotano David Silva, jugador del Real Cartagena. Y no se compara porque Álvarez se fue en limpio. Tal vez influyó que en la patada (http://www.youtube.com/watch?v=0NKRVt_VZrY) del jugador de Nacional no se vio un hueso roto, ni era en Bogotá y, con el perdón de los hinchas cartageneros, era en contra de un equipo chico. Y aquí es donde tanta inventiva toma sentido: la Dimayor se amaña según las circunstancias, se acomoda, se vuelve hipócritamente correcta. Prueba de ello es el caso Wílder Medina. Al delantero, díscolo, valga decirlo, le echaron al país encima por cuenta de un consumo de marihuana que transformaron en dos. Por el mismo hecho, así lo nieguen, lo juzgaron dos veces. En la primera sanción estuvo cuatro meses fuera de las canchas y en la segunda le metieron un año. No contaban los genios de la Dimayor –entendida como un conjunto- con que el antioqueño recurriría a la justicia ordinaria para hacer valer sus derechos laborales. Cómo no recordar innovaciones magistrales como la demanda que le ganó Itagüí al Medellín en dos instancias, no aplazar partidos por compromisos internacionales pero sí pedirlo a Santa Fe para favorecer al Cúcuta Deportivo, hacerse el de la vista gorda con las deudas a los futbolistas y alcahuetear administraciones irresponsables, entre otras. Tal vez tanta inventiva tiene al país futbolero obnubilado. Quizá las cosas se hacen tan bien que nuestro balompié brilla en el continente. Probablemente, la gestión de la Dimayor es tan elocuente que sus resultados se ven en el nivel del campeonato. Si es así, ha tardado una postulación internacional. Tanta brillantez merece un premio. Ronny Suárez Twitter: http://twitter.com/ronnycol86

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