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Dimayoradas: las colombianadas de nuestro fútbol

A todos nos han llegado esos correos electrónicos que muestran un inodoro instalado en una sala, una moto que lleva un colchón (o una cabra o una familia de seis), un french poodle de uña rosada, gafa amarilla y vestido de tutú... son las famosas "colombianadas", esas pendejadas que "sólo" pasan en nuestro pintoresco país. Pues bien, desde este blog propongo que instauremos un nuevo término: Dimayorada. Definámosla de una vez al estilo diccionario: "Dimayorada: dícese de esa situación increíble, ridícula o absurda que sucede en el fútbol profesional colombiano". Y claro, es término con historia. No olvidemos que esta es la patria chica de los triangulares, hexagonales, cuadrangulares, nonagonales y demás figuras geométricas que impliquen más partidos y por ende más recaudación de taquilla. Es más, en Colombia se organizó un triangular fantasma entre Bucaramanga (recién descendido), Unión Magdalena y Cúcuta (ambos en la B) para definir arbitrariamente los dos equipos que completarían la lista de 18 del campeonato del 2002, y hace poco tuvimos una Superliga que enfrentó en julio de 2012 a los campeones del 2011... eso, señoras y señores, es una Dimayorada. Hay Dimayoradas chistosas, como que el árbitro Fernando Cárdenas arrancara el segundo tiempo de Quindío vs. Junior cuando el arquero del local no estaba en el campo (el ¡ay jueputa! que le salió del alma cuando se dio cuenta debería ser video oficial de la Comisión Arbitral), y hay Dimayoradas infames, como cuando castigaron al Pasto quitándole los puntos de un partido que terminó mandándolo a la B, y luego se demoraron dos años en volver a castigar a alguien así (por cierto, esos castigos "ejemplarizantes", como el del racismo, siempre son para el Pasto... a la fecha el "negro marica" sigue gritándose en los estadios y no han castigado a nadie más). La Dimayorada clásica, por supuesto, es la capacidad que tiene la entidad que dirige Ramón Jesurún de volverse un ocho con el reglamento que ellos mismos escribieron. El ejemplo más patético fue el año pasado, cuando dejó el Quindío vs. Nacional sin puntos (es decir, los dos perdieron (?)) y en Chicó vs. Junior la visita se llevó una unidad pero el anfitrión se quedó en blanco. Esta Dimayorada, por supuesto, tiene una variante: la de jugar a ser avión, la leguleyada, y en esto la Dimayor tiene PhD. Recordemos que por reglamento los clubes que no tengan o tengan suspendido su reconocimiento deportivo no pueden participar en el campeonato, y gracias a la mediocridad de Coldeportes hemos tenido equipos sancionados ¡durante sus vacaciones! (Valiente castigo...). Este fin de semana que pasó, por ejemplo, vivimos el epítome de esta Dimayorada: Llaneros FC no pudo jugar en la B porque no tiene reconocimiento deportivo. Lo absurdo es que sí jugó las dos primeras fechas del Torneo Postobón: ¡nadie se había dado cuenta de que estaba jugando con el reconocimiento de Academia, lo que no es válido pues es otro equipo! Lo peor es que no pasa nada: la Dimayor con sus Dimayoradas sigue intocable, tranquila, pues a los hinchas se les olvida el circo cuando su equipo gana, y al gobierno sólo le interesa amenazar al fútbol cuando el tema se sale de madre para luego no hacer nada. El poder de la pelota es tal, que admite todo tipo de permisividades legales. Por eso el narcotráfico entró de lleno a la organización de nuestro balompié hace más de 30 años y por eso esta es la hora en que legalmente nadie sabe quiénes son los verdaderos dueños de varios equipos de primera y segunda división. Es que en últimas, todos hacemos parte de la Dimayorada... Discutámoslo en Twitter: @PinoCalad  

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