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El #NoNosCallarán también debería tocar al fútbol

(Este post es la actualización de uno titulado 'Los sospechosos de siempre del fútbol colombiano' publicado el pasado 3 de enero... lo siento, necesito parafrasearme). "Prométeme que te vas a ir por otro lado a la casa", me pide mi novia cada vez que escribo algo sobre los dirigentes del fútbol colombiano. Curioso, ella, que no es futbolera, sabe perfectamente la calaña de un amplio sector de la clase dirigencial de nuestro balompié. Porque claro, no todos son tipos oscuros que sobrevivieron a los narcotraficantes que mandaron en el fútbol colombiano de los 80 (y que ahí siguen, aunque usted no lo crea y aunque Coldeportes no lo quiera ver), pero sí la mayoría. Voy a empezar por un "amigo" de la casa: Alvarito González Alzate, vicepresidente de la Federación Colombiana de Fútbol a pesar de sus declaraciones homofóbicas, de que promovió públicamente la agresión a las mujeres y, como si eso no fuera poco, tal vez porque no tiene que ver directamente con fútbol (aunque obviamente tiene que ver), de que durante años fue la mano que meció la cuna de nuestros  oscuros arbitrajes. Sí, Alvaro González Alzate sigue ahí, intocable, amo y señor del fútbol aficionado de este país aunque no hay Primera C desde el 2010 y de que le tiene la guerra declarada a lo mejor que tiene el amateurismo en Colombia, que es el Ponyfútbol. Este año, como todos, González Alzate hizo lo posible para que esta organización, que no le rinde pleitesía, volviera a quedar sometida a los caprichos de su Difútbol. Pero afortunadamente el festival, como siempre, fue un éxito. Por supuesto, González es un dinosaurio que, parafraseando a Monterroso, estaba allí: estuvo cuando los capos del narcotráfico llegaron al fútbol, cuando la mafia mandó matar al árbitro Alvaro Ortega (lo que llevó a cancelar el torneo de 1989), cuando el Cartel de Cali tuvo a Juan José Bellini en la presidencia de la Federación Colombiana de Fútbol, cuando los paramilitares se tomaron el poder que dejaron estos capos... A propósito de Bellini, es increíble también que él siga ahí, vinculado a tantos clubes, siempre presente en las Asambleas de Dimayor, haciendo el negocio de la venta del Bucaramanga, asesorando legalmente al Cali, manejando negocios del América, hablando a nombre del Unión Magdalena... para los que no lo recuerdan, Juan José, que siempre sale a defender la transparencia del fútbol colombiano cuando habla en los medios, fue detenido por narcotráfico y enriquecimiento ilícito cuando era nada más y nada menos que el presidente de la Federación, todo gracias a sus vínculos con los Rodríguez Orejuela desde que fue dirigente del América en los 80, y tuvo que pagar 36 meses de cárcel (claro, con la sentencia rebajada... ¡es Colombia!). Salió de prisión y volvió al fútbol, y si hace rato no lo vemos es porque hay que buscarle el Comba al palo (el que lo entendió, lo entendió)... lo raro es que algunos siguen presos y vinculados al fútbol como Eduardo Dávila, máxima cabeza del Unión Magdalena que, tras cumplir condena por narcotráfico,  hoy está de nuevo en la cárcel, pero por homicidio. Otro de esta lista es Ramiro Suárez Corzo, también detenido por homicidio, exalcalde de Cúcuta, máxima cabeza del equipo de su ciudad en su mejor momento y aún con una sombra larga sobre el acontecer del cuadro motilón. Suárez es la clara demostración de que no todos los dirigentes que han llegado al fútbol en los últimos años son una verdadera alternativa para la vieja y sombría guardia, pero hay más ejemplos. José Augusto Cadena, por ejemplo, llegó al Bucaramanga como un soplo de renovación, compró a un equipo en la A por menos de $3.000 millones y lo dejó en la B tras venderlo por $16.000. Claro, fue un negociazo para él, pero a la ciudad le costó ver al leopardo en decadencia, a muchísimos jugadores les valió maltrato laboral e, incluso, a varios colegas de la prensa santandereana les tocó aguantarse cómo los escoltas de la familia del "dueño" los intimidaba. Lo peor es que Cadena llegó a la dirigencia de Patriotas, club en el que es el máximo accionista gracias a una jugada que está bajo investigación de la Procuraduría de Boyacá, pues de pronto la gobernación del departamento pasó de ser el socio mayoritario, con el 25%, a tener sólo un 15%, y Cadena sólo pagó $1.600 millones para ser el dueño del 46%... (haga cuentas cuánto le quedó de lo que le pagaron por el Bucaramanga).  Y ojo, este fin de semana los jugadores ya dijeron que no van a jugar contra Millonarios mamados de que nos les paguen... y por cierto, ¿si saben que al empresario del 'Pulpo' González lo tumbó y por eso ese delanterazo argentino no volvió a jugar con los de Tunja? En fin... Pero otros nuevos  dirigentes han diversificado la forma en que el fútbol colombiano se utiliza como vil negocio. Miremos el caso de Millonarios y su sueño de democratización: convertir un club en S.A. tiene ese dejo romántico del socio/hincha, de saber que pusiste plata, lo que te has ganado, para ayudar a lo que más quieres; de que ese club que vas a ver cada domingo de cierta forma también es tuyo, al menos en un porcentaje mínimo.  Pero la cruda realidad es que hay un especulador bursátil como Juan Carlos Ortiz o 'Talo' Mejía jugando con tu camiseta y que de ñapa le dejó a tu equipo una deuda de $4.000 millones que, para rematar, entraron vía Interbolsa... Curiosamente los hinchas de unos equipos de cuyos dirigentes hablé originalmente en este post creen que estoy persiguiendo a sus clubes y me piden (vea usted, muchos me exigen...) que señale también a otros. Esto, la verdad, no es contra ningún club; es contra los dirigentes como González y su guerra al Ponyfútbol, Cadena que está haciendo con Patriotas lo mismo que hizo con Bucaramanga, Bellini de quien supe una historia truculenta digna de los 80 (no olvidemos que los mafiosos narcotraficantes siguen vigentes), o los ladrones de cuello blanco que se alcanzaron a meter entre los mayoritarios de Millos y, afortunadamente, ya se van depurando. Por supuesto, no son los únicos dirigentes con cola. Hernando Angel, por ejemplo, es otro dinosaurio superviviente que está metido en el fútbol desde los años en que cada capo tenía un equipo. Suyo es el Quindío y suyo es, a la vez, Universitario de Popayán (antes Centauros). Al mismo tiempo, increíblemente, era empresario de futbolistas (y ojo, ha sacado a una larga lista de talentos que han brillado en los últimos 20 años), miembro de la Federación Colombiana de Fútbol y, aunque eso era ilegal, nadie nunca le ha dicho nada, así como en Armenia nadie ha sido capaz de comprarle al Quindío, al que trata como una tienda en la que los jugadores son bultos de papa. Aunque, para ser sinceros, es peor lo de Popayán: poner a unos amateurs para que Valledupar los humille 8-0 sólo por no querer pagarle a los profesionales cuando la Dimayor le envía una buena plata de los derechos de TV es impresentable... casi tanto como lo del tal Edgar Páez, presidente de Expreso Rojo, que no les paga a sus futbolistas y los tiene amenazados con que si los denuncia les acaba la carrera (me recuerda cierto jefe que tuve hace un par de años en los medios). Lo que trato de decir es que entre todos, periodistas, hinchas, futbolistas y dirigentes, debemos propender porque el orden del fútbol colombiano cambie, por lavar una cara que sigue siendo sucia pues eso, por supuesto, sólo puede mejorar nuestro nivel. Cuando uno habla de Santa Fe no debería pensar en Eduardo Méndez, abogado del Loco Barrera, celebrando el título con la nómina, sino en el talento infinito de Omar Pérez y la renovación administrativa que viene; cuando se mencione al DIM que sea por su centenario, su cantera y su transformación institucional y no porque por ahí pasaron varios testaferros de Don Berna; cuando se hable de Chicó que sea porque es una maravillosa fábrica de nuevos talentos que siempre está en la pelea y no porque Pimentel no les paga a sus futbolistas... Para tener un fútbol serio, que vuelva a brillar en el continente, que sea una liga realmente atractiva y no sólo esa emotividad reforzada por cuadrangulares que tenemos, debemos aspirar a más de lo que hay hoy, a que los clubes sean empresas serias con una clara visión de lo que es la industria deportiva, tal vez uno de los nuevos sectores de la economía más importante en el mundo. Algunos, como Cali, Millonarios, Nacional, Equidad y Junior, por nombrar los primeros que se me vienen a la cabeza, ya están tomando ese camino, y tropiezan, y se complican, y la embarran, pero ahí van, marcando una senda que ya siguen afortunadamente Once Caldas y el Medellín. Pero otros siguen viendo al fútbol como esa sospechosa forma en que pueden mover plata, muchísima, sea esta limpia o sucia. Y así no se puede... "Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol", dijo alguna vez Albert Camus, un escritor maravilloso que debería ser recordado también como un arquero notable en el Montpensier y el Racing de Argelia, pero especialmente como un amante del fútbol. Porque sí, el fútbol te enseña todo sobre la vida: te enseña la amargura de la derrota, te da clases de dignidad para afrontarla con la tez en alto, te muestra que el éxito se trabaja, que no siempre el mejor es el que gana, que los triunfos son para gozarlos pero que no son eternos porque el domingo siguiente siempre hay otro partido, así como te explica que siempre hay revancha y que vale la pena creer en algo. Porque no se me ocurre nada mejor en qué creer que en el sueño que representa un equipo de fútbol para ese niño que llevo dentro. Pero cuando tienes la posibilidad de trabajar con el fútbol, de ver más allá de la pelota y conocer quiénes son su dueños, la enseñanza es que el fútbol, como la vida, es un negocio en el que unos tipos, muchos de los que en la clasificación de los cuentos infantiles serían catalogados como 'malos', aprovechan cualquier oportunidad para sacar ventaja. Y son los que mandan. Y peor aún, son los de siempre. En Twitter me encuentra como @PinoCalad PD. Finalmente los jugadores de Patriotas aceptaron la palabra de Cadena (tuvo que intervenir hasta la Dimayor) pues, a diferencia de Ángel, el dueño del club boyacense no tiene jugadores juveniles para enviar a la guerra y habría tenido que perder el partido por W con la multa y las sanciones que esto implica. Se supone que les pagan el próximo viernes y, si no, ahí sí no juegan... vamos a ver si les cumplen o si se dejaron meter los dedos en la boca.

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