Del James Rodríguez brillante, que marcaba la diferencia gracias a su técnica, a su calidad y sensibilidad con su zurda mágica, el del pase perfecto a sus compañeros, de los goles de media distancia y más dentro de las canchas, ya parece no quedar nada.
A decir verdad no fue mucha hazaña jugar en Al-Rayyan, de Catar, en donde se cansó del ostracismo que significa jugar allí y también terminó su vinculación laboral antes del tiempo pactado inicialmente. Esas situaciones afectan su imagen, porque desiste a mitad de camino o falta a la palabra que empeñó cuando selló los acuerdos inicialmente. ¿Así a qué club le gustaría contar con él? ¿Quién se arriesgará a invertir en contratarlo, si al primer obstáculo agarra las maletas y dice adiós?
Lo de James en el último tiempo han sido solamente chispazos, algunos buenos partidos, uno que otro gol y pare de contar. En algún momento ha alcanzado a ilusionar a sus seguidores en Colombia con retomar su mejor versión, pero poco a poco se desvanece y hasta ahí queda todo.
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Aparte de eso, las lesiones lo siguen afectando y perjudicando. Se lesionó en Catar, también le pasó en Grecia, fue al seleccionado colombiano de mayores para la gira en Asia, jugó contra Corea del Sur, hizo gol y al regresar a Grecia llegó 'tocado'.
Pero más allá de este panorama, el tema James Rodríguez también pasa por ese orgullo y cierta soberbia que tienen los que estuvieron en el olimpo del fútbol como él. Su pasado con la Selección Colombia, especialmente en el Mundial de Brasil 2014; su 'Bota de Oro' como goleador de dicha Copa del Mundo, los títulos con Real Madrid, con Porto y todos sus laureles solamente producen admiración. Pero él se quedó en recuerdos y pasado.
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James fue estrella, ya no lo es. Fue jugadorazo, eso quedó registrado en los archivos de televisión, en las fotos, en los recortes de prensa; pero hoy ya lo va dejando el tren. Así, hoy su futuro en el fútbol es lleno de incógnitas, genera dudas, que solamente él será el encargado de solucionar y dilucidar en los próximos meses. Ahora deberá poner a trabajar a su empresario, para que le ponga sobre la mesa una oferta que le convenza, que lo haga feliz y que lo motive, sin motivación no hay nada.