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El fracaso no es de Lillo, es de Nacional

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El grupo respaldó a Lillo tras la eliminación de la Liga. Colprensa

Nacional se está traicionando. Traiciona su historia –su propio nombre- priorizando desde ya la contratación de un técnico extranjero para sustituir a Juan Manuel Lillo. Traiciona los procesos que traía, pues pasó de tres años con Juan Carlos Osorio y dos con Reinaldo Rueda a apenas cinco meses con el DT español.

Dirigir al equipo antioqueño, hoy por hoy, es más un riesgo que un privilegio. Al que llegue lo medirán con la vara que dejó Rueda (títulos de Liga y Libertadores incluidos). En parte eso quemó a Lillo. Desde su nombramiento jamás contó con el respaldo de los hinchas ni de la prensa local –una barra más en contra-. El tema con él no fue por rendimiento: de los 25 partidos que dirigió ganó 15, empató dos y perdió ocho. Mucho para apenas 157 días de contrato y, más o menos, 70 jornadas de entrenamiento.

El entrenador vasco se va con el peso de la eliminación de la Liga y la Copa Águila. Se marcha, también, con un proceso sin concluir, que era para lo que lo habían traído. Proceso no es sinónimo de títulos. Primero es lo uno y luego, lo otro, aunque el fútbol ofrezca excepciones.  

El presidente del equipo, Andrés Botero, prioriza la internacionalización del equipo. Para ello un DT extranjero es su estandarte. ¿Hay mejor vitrina que jugar bien y ganar torneos? No lo creo.

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El otro año hay Copa Libertadores, Copa Colombia y dos Ligas, pero el principal reto antes de pensar en esos títulos es volver a conformar un grupo. Cualquiera que sea el técnico, necesita caer bien entre los aficionados y la prensa para poder comprar tiempo y confianza.   

Resulta que la gente es de boca rápida –empezando por los periodistas-, y suele (solemos) usar la primera palabra que llega a la lengua o los dedos sin filtrarla siquiera por la cabeza a la hora de criticar. Para describir la campaña de Lillo parece que el término aceptado por la opinión pública es “fracaso”. Se lee en los medios, en las redes sociales o se escucha a puerta de tienda.

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No fracasó Lillo ni tampoco los jugadores. El fracaso es de las directivas, que se plantearon un proyecto que ellos mismos no han sido capaces de liderar. Irse tampoco es la solución. Sí lo es quedarse, aceptar los errores, evaluar y corregir.

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