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“Mi Medallo, una pasión cosida al alma”: el libro de los 100 años del Medellín

El próximo 14 de noviembre el DIM celebrará su centenario y qué mejor forma de hacerlo que recopilar sus grandes historias en un libro. Acá, un capítulo en exclusiva para nuestros seguidores.

A través de 20 crónicas, el periodista Guillermo Zuluaga Ceballos describe lo que para los hinchas significa el Independiente Medellín, cinco veces campeón de Colombia. Disfrute acá uno de los capítulos del libro:

Wilson Grajales: "Dios hincha por el Medellín"

Lo afirma sin ningún asomo de dudas y muy consciente de que no está pecando contra el octavo mandamiento de la Ley de Dios:

-Por supuesto: Aunque Dios es neutro en asuntos de fútbol, sí le hace fuercecita al más sufrido, que es el Medellín. No cabe duda.

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Del asunto da fe -¿quién mejor?- el sacerdote Wilson Grajales, una tarde de enero en una vivienda cercana a su parroquia Divino Niño, colgada en las laderas occidentales de Medellín.

-Es mas -agrega ceremonioso-: yo tenía un afiche donde Jesús, vestido con los colores del DIM, mira a un grupo de hinchas del Nacional que lo rodean y dice:

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Perdónales Señor porque no saben lo que hacen.

Egresado del Seminario Mayor de Medellín, Wilson Grajales (35 años) es el párroco del Divino Niño, parroquia ubicada en el Barrio Antonio Nariño. Allí, además de repartir perdones, pedir bendiciones y multiplicar conversiones, es reconocida su afición al deporte y en especial su devoción por el Deportivo Independiente Medellín.

Dice que le gusta jugar fútbol y lo hace religiosamente todos los jueves, pues cree que a través del deporte se transitan caminos de convivencia y logra compenetrarse más con la comunidad.

Antes de llegar a esta populosa zona de Medellín estuvo en el municipio de Bello, donde también fueron reconocidas sus devociones. Su pasión le vino desde bien chico, cuando comenzó a jugar los picaítos en San Antonio de Prado, corregimiento acostado sobre las pendientes del sur del Valle de Aburrá. Su afición lo llevaría también a ser hincha desde que su padre, hincha del Nacional, lo llevaba al estadio. Lo que no sabía este padre bondadoso era que su hijo, tan Judas, se vendería por muy escasas monedas:

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-Desde que papá me traía al estadio fui inclinándome por el Medellín, se me pegaba la canción de Alfredo Gutiérrez y la de Gabriel Romero. Me gustaban por sus colores rojo y azul y porque llevaba el nombre de la ciudad.

Su padre -seguramente algo frustrado- fue muy respetuoso y no se opuso a los sabios caminos tomados por su hijo, caminos que fueron alejándolo de los suyos, cuando el chico Wilson empezó a ir al estadio con sus amigos, hinchas del Rojo, por supuesto.

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-El primer partido al que fui por gusto fue con el Junior. Qué emoción entrar al estadio, al que había visto siempre desde afuera. Y de pronto salen los jugadores que uno los tenía recortados de la prensa...y sentarse en la tribuna, uno grita, aplaude, uno se desconoce, en esa época me emocioné mucho. No escuchaba el narrador y se extrañaba. Jugaron la Pelusa, Pareja, Danovis, el negrito...

Ese día recuerda el padre Wilson, el partido quedó 1-0 con gol de la "Pelusa" Pérez.

- Fue emocionante y me despertó ganas de volver.

Desde entonces su pensamiento comenzó a irse desde su San Antonio hasta el Atanasio Girardot. En la semana, dice, les pedía a los tíos para poder ingresar al estadio al domingo siguiente. Ellos le colaboraban y hasta su padre fue entendiendo que a su hijo lo guiaban designios Poderosos.

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-A veces iba con papá a los clásicos, cada quien con el suyo sin problema. Cuando me siento con papá a ver fútbol no discutimos.
Dice el padre Wilson pero de inmediato, como si no quisiera mentir ni mentirse, agrega que le molesta "que le haga fuerza a otros equipos".

El padre Wilson ha dividido en dos su corazón: una parte para sus deberes y obligaciones con la Iglesia Católica, y otras para esa otra religión que convoca y contagia fanatismos.

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-Me siento del Medellín. Es un sentimiento que uno vive cuando se pone la camisa, o en el estadio. Uno se siente parte de esa familia. El Medellín hace parte de mi esencia.

Dice convincente el Padre Wilson, quien tiene en la sede de su parroquia banderas y objetos del Medellín.

-A la comunidad le da gracia. Les gusta que uno sea así.

El sacerdote además admite -Dios no lo castigue- que ocasionalmente utiliza su investidura para ganancias muy terrenales:

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-A veces rifo uniformes del Medellín, que me los regala un hincha del Nacional, vea compre la boletica del mejor equipo del mundo, les digo y eso se vende rápido, la gente ya está enseñada.

Claro que el asunto tiene otras ganancias bastante bien vistas a los ojos de su Altísimo, pues el sacerdote aprovechó para interactuar con los del Nacional.

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-Finalmente -dice en un tono muy serio y se le cree- uno es referente de paz y tolerancia.

Admite sin embargo que la comunidad a veces le hace chanzas y lo molesta: "El Medallo es muy malo: va pa la B", le dicen cuando le observan esa pasión poderosa tan exaltada.

-Hace poco un chico me molestó que me quitara la camisa, me dio un poquito de rabia (frunce el labio), pero me quedé callado. La comunidad me ve descomplicado pero sin salir de la seriedad.

Dice que los miércoles, su día de descanso, no perdona visita al estadio si juega su Poderoso. Allá esas noches de miércoles, se le ha olvidado su investidura sacerdotal. O se ha hecho el loco por un ratico y hasta un hijueputazo se le habrá escapado.

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-Ave María (Sonríe). En el estadio uno se descompone. En un partido con Junior, Arboleda le hizo una falta a Giovanny (Hernández, quien para entonces jugaba con los Ñeros), y empezó a revolcarse en el piso, y yo le gritaba: Chillón, "muñequita" (alusión al apodo de este talentoso volante)....(sonríe). A veces, en medio de ese bullicio, también he insultado al árbitro, y ¡se siente bien!
Los domingos como no puede ir al estadio, cuando juega el equipo adorna la parroquia, pone la bandera en la ventana, y se enfunda su camiseta, encima de la camisa y su cleryman.

(¡Dios, ten piedad de él: dispénsele por tantas idolatrías terrenales!)

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-El último domingo, cuando jugamos con Millonarios, tenía misa a esa hora y le dije a una vecina que me fuera avisando...escuchaba la pólvora, yo en misa y pendiente, me iban dando razoncitas, la vecina, me decía con señas que tranquilo.

Tranquilidad que no logra fácilmente. La final de 2002 contra Pasto, lo tomó celebrando misa y estaba tan emocionado -dice- que cuando terminó la eucaristía, puso el disco de Alfredo Gutiérrez por los bafles del templo.

-Creo que me descaché un poquito. Canté: Grita el pueblo clamoroso... en plena iglesia. Luego salí con banderas por el barrio.

Hay más.

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El padre confiesa sin el menor asomo de arrepentimiento que en el acto de Elevación -momento más sublime de la misa- ha tenido la herejía de pedirle a Dios una manito para su equipo. Claro que él excusa -mal de muchos, consuelo de....- colegas suyos que tienen el escudo del Medellín en el Cáliz y visten estola del DIM.

-Yo sí pido que nos dé una ayudita pero yo aún no llego hasta allá. También les he dicho a los feligreses que Por favor una oracioncita por el Dim. En el partido con Caldas, (octogonal de 2012) definitivo para clasificar, elevamos oración y vea: Gol del minuto de Dios...

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El padre recita una frase que ya suena a muletilla en estos tiempos: El minuto de Dios. El Medallo que por tantos años fue víctima de los últimos minutos poco a poco se acostumbra a ganar en los cierres de los cotejos, por lo que al Padre Wilson no le cabe la menor duda de que Dios es hincha del Poderoso:

-Si uno mira las últimas finales ve esa constante... -el sacerdote, como si fuera a hacer una revelación Divina, va soltando con parsimonia las pa-la-bras-:

...ahí puede estar la mano de Dios y nuestras oraciones.
Este carismático sacerdote, en serio jugado por su comunidad, e iluminado por supuesto a la hora de sus devociones, dice que sus ídolos son recientes y enumera a Fonnegra, a Zapata, a Castellanos, a Luis Carlos Arias, a Roberto Carlos, a David González, a "Mao".

-Ah, ese gol de "Mao",... olímpico. Inolvidable.

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Tampoco olvidará el mejor momento vivido como hincha, ese lunes soleado cuando viajó desde Bello y fue a dar la vuelta olímpica y vio al "Choto" Cortés levantar la Copa, del título de 2002.

-Padre, ¿y el título del 2004?

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El sacerdote, quien me dice que tiene un compromiso en la parroquia y que irá a cumplir, se levanta de la silla. Seguramente por su mente pasa Aquel 27, porque humano demasiado humano, deja escapar una leve sonrisa:

-No hay mayor satisfacción que cuando le ganamos al Nacional...

-Padre: espere: ¿desearle el mal al otro no es pecado venial?

-No. ¡En este caso no!

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Enero de 2013.

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