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Amenazas de barras bravas obligan a cancelar partido en Italia

El Calcio volvió a ser rehén de las amenazas de las barras bravas cuando este domingo, el derbi entre el Salernitana y el Nocerina, de la tercera división, acabó suspendiéndose debido a las amenazas de los "tifosi" del equipo visitante a sus propios jugadores.<br />

Un nuevo episodio que ha dejado claro, lo que en varias ocasiones los "ultras" del "calcio" han querido demostrar: Aquí mandamos nosotros.

Las autoridades habían considerado el derbi salernitano como de máxima peligrosidad y por tanto habían prohibido la entrada en el campo a los aficionados visitantes para evitar altercados. Algo que no aceptaron los ultras del Nocerina.

Cerca 200 ultras acudieron en la mañana del domingo al hotel donde estaban concentrados los jugadores del "Nocera" y allí les amenazaron e intimidaron si jugaban este partido, al que se les había prohibido asistir.

"Si juegan los matamos. Este partido no se tiene que jugar", son algunos de los gritos que pudieron escuchar los jugadores del Nocerina al salir del hotel, según han declarado.

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Los medios de comunicación describen hoy las nerviosas negociaciones entre los responsables de la tercera división y la sociedad y la decisión final de salir al campo. Allí, llegó el triste espectáculo ante los 9.000 aficionados del Salernitana. Los jugadores salieron al campo con una escrito en la camiseta: "Respeto por Nocera" y tras sólo dos minutos del primer tiempo, el técnico del equipo, Gaetano Fontana, cambió a tres jugadores, y agotó así el número de sustituciones.

Poco después, uno tras otro, y como en una especie de "trágico-comedia a la italiana", cinco jugadores fingieron lesionarse y salían cojeando del campo. Sin la posibilidad de más cambios dejaron a su equipo en siete y por tanto el árbitro se vio obligado a suspender el encuentro tras 21 minutos de juego.

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Por la noche, el cuerpo técnico y todos los dirigentes anunciaban su dimisión ante la triste victoria de los "ultras" del Nocerina.

La policía italiana comunicó hoy que 30 de los ultras que acudieron al hotel han sido identificados. Algunos de ellos han declarado que nadie amenazó de muerte, y que sólo se pidió "un gesto importante" a los jugadores y al técnico del "Nocera" para llamar la atención sobre la injusticia de que los aficionados no pudieran ver a su equipo.

Pero lo que ocurrió este domingo no es la primera vez que pasa en un "calcio" donde los aficionados tienen un gran poder, tanto en la gestión de las entradas, los viajes y, a veces, incluso en las decisiones de los dirigentes.

Hoy se recordaba en Italia el derbi Roma-Lazio del 21 de marzo de 2004, cuando los ultras del Roma consiguieron incluso entrar en el campo para pedirle al capitán Francesco Totti la interrupción del partido después de que se hubiese difundido un rumor de que un niño había muerto atropellado por una camioneta de la policía fuera del estadio.

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El encuentro fue suspendido durante 25 minutos y finalmente se decidió proseguir, lo que desencadenó la ira de los violentos de ambos equipos que tras el partido protagonizaron numerosos enfrentamientos con la policía fuera del estadio Olímpico, convirtiendo la zona en una batalla campal.

El 22 de abril de 2012, el árbitro Paolo Tagliavento tuvo que suspender durante unos 40 minutos el encuentro entre el Génova y el Siena cuando se llevaban jugados ocho minutos del segundo tiempo, después de que un centenar de hinchas locales invadiese la tribuna que se encuentra sobre los vestuarios y lanzase varias bengalas al terreno de juego.

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El Génova de Alberto Malesani perdía 4-0 y esto hizo estallar la rabia de los ultras, que empezaron a amenazar a los jugadores de su equipo. De nuevo, se volvió a ver la escena de jugadores "negociando" con los ultras. El entonces capitán del Génova Marco Rossi y Giuseppe Sculli intentaban calmar al grupo de ultras, que pedían las camisetas de los jugadores.

Los jugadores del Génova llegaron, incluso, a quitarse las camisetas, aunque luego se las volvieron a poner y se vivieron momentos de angustia y tensión, e, incluso, se pudo ver llorar a Sculli y a Giandomenico Mesto ante la situación que estaban viviendo.

Al reiniciar el encuentro, los ultras que habían protestado dieron la espalda al campo para no ver el partido, que terminó sin incidentes y en un increíble silencio.

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