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Borussia Dortmund vs. Bayern, la final europea y el momento del fútbol alemán

La final de la Liga de Campeones es el reflejo de un buen momento del fútbol alemán, resultante de la evolución que ha tenido en la última década.

A la coronación de ese proceso sólo le faltaba un título, que uno de los finalistas obtendrá el próximo sábado en la final de Wembley.

El último título europeo a nivel de clubes lo había logrado el fútbol alemán en 2001, cuando el Bayern ganó la Liga de Campeones. A nivel de selecciones, la selección absoluta no consigue un trofeo desde que ganó la Eurocopa en 1996.

Los años del ayuno han sido también años de reformas, de mucha autocrítica y de surgimiento de un nuevo estilo, mucho más vistoso que el que le había dado éxitos a Alemania en el pasado.

La evolución ha roto estereotipos, como del fútbol alemán basado ante todo en la rudeza y la fuerza, y ha llegado a producir cierto desconcierto dentro y fuera del país.

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"A veces también nosotros tenemos dificultades para explicar cómo en Alemania se pasó de jugar un fútbol horrible al fútbol que se juega ahora", sostuvo, en una reunión con la Asociación de la Prensa Extranjera, el director de la revista "11 Freunde" Philipp Köstner.

La necesidad de que había que cambiar muchas cosas empezó a ser clara a más tardar, según Köstner, tras el "horrible" Mundial de 1998. Luego vino la Eurocopa 2000, que todavía fue peor.

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La eliminación en cuartos de final en 1998, con una derrota por 3-0 ante Croacia, se asumió de manera casi apocalíptica, sobre todo porque los triunfos del año anterior del Dortmund, en la Liga de Campeones, y del Schalke, en la Copa de la UEFA, había hecho creer que todo estaba todavía en orden.

Las reformas, sin embargo, no empezaron a ser profundas hasta después de la Europa de 2004, en la que Alemania no pasó de la fase de grupos, a dos años de su propio mundial.

Un elemento clave fue la obligación que se impuso a todos los clubes de crear centros de altos rendimiento en las categorías inferiores, así como las mejoras que se introdujeron en el sistema de ojeadores.

Desde entonces han surgido jugadores como Thomas Müller, del Bayern, o Mario Götze y Marco Reus, del Dortmund, que probablemente en otro tiempo hubieran tenido dificultades para dar el salto al primer equipo por las dudas de entrenadores que privilegiaban la fuerza sobre la habilidad. Además, cabe preguntarse si, sin los centros de alto rendimiento, esos jugadores hubieran tenido la formación adecuada.

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Otro elemento clave fue el comienzo de una discusión táctica que invitaba a la modernización.

En ella participaron entrenadores jóvenes, como el seleccionador Joachim Löw o Jurgen Klopp, primero desde Maguncia y más tarde desde Dortmund, y también un veterano como Jupp Heynckes que, cuando interrumpió su jubilación para entrenar el Bayer Leverkusen y luego terminar recalando en el Bayern actual, mostró una increíble capacidad de reinventarse.

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Un holandés, llamado Louis van Gaal, también hizo un aporte importante en su paso por el Bayern. Heynckes recogió su herencia de un fútbol basado en la posesión de balón y le agregó un plan para cuando no se tiene la pelota, basado en la marca a presión en casi todo el campo. Es decir, el sistema con el que Klopp y el Dortmund hicieron sufrir al Bayern durante dos temporadas.

Para jugar ese fútbol, sin embargo, se necesitaban algunas de las viejas virtudes alemanas como la disciplina y la plenitud física, que, durante su breve paso por la selección y por Bayern, no se había cansado de predicar Jürgen Klinsmann.

Como los viejos equipos alemanes, el Bayern y el Dortmund pueden tener algo de aplanadoras. A ello, sin embargo, le han agregado un elemento que podría llamarse estético.

Jorge Valdano dijo una vez que era desagradable ver jugar a un equipo alemán, pero que todavía era más desagradable jugar contra ellos. Lo segundo sigue siendo cierto para Bayern y Dortmund. Lo primero no lo es, a menos que uno sea seguidor de sus rivales.

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