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Bienvenidos al San Paolo: el estadio de Maradona, los sismos y las botellas de licor

Cada vez que los 'tifosi' del Nápoles dejan escapar el grito del himno de la Champions o que su equipo marca en un gran partido, los institutos sísmicos locales registran la sacudida, como un pequeño sismo.

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David Ospina se ha ganado la titular en Nápoles - AFP

Justo antes del inicio del Nápoles vs. PSG del martes, el público del estadio de San Paolo gritará, como es su costumbre, las últimas palabras del himno de la Liga de Campeones y el suelo temblará.

Cada vez que los 'tifosi' del Nápoles dejan escapar el grito del himno de la Champions o que su equipo marca en un gran partido, los institutos sísmicos locales registran la sacudida, como un pequeño sismo.

El estadio de San Paolo es a la vez un orgullo y un motivo de vergüenza para los napolitanos.

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Se trata de un recinto mastodóntico de hormigón, con una historia prestigiosa y un ambiente mítico, pero con estructuras obsoletas y herederas de otra época.

Su esqueleto metálico y el techo de plexiglas son un legado discutible de las obras de renovación que se realizaron con motivo del Mundial de Italia-1990. Antes, este recinto del barrio de Fuorigrotta, en el oeste de la ciudad, había nacido sin techo en 1959 y fue bautizado como Estadio del Sol.

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A lo largo de los años y con las distintas obras, su capacidad ha variado mucho, desde los 89.992 espectadores de un Nápoles-Peruggia en 1979 -récord de Italia, aunque la leyenda habla de más de 95.000 personas dos años antes para un Nápoles-Juventus- hasta los 60.000 que puede recibir actualmente.

"¡Qué vergüenza!" 

Con el paso de los años, el estadio se ha degradado, en un país donde la modernización de los recintos deportivos es una asignatura pendiente, lejos por lo general de los estándares que se esperan para un club que juega la Liga de Campeones.

Es propiedad de la ciudad y San Paolo ha sido objeto de una disputa entre el alcalde Luigi de Magistris y el presidente del club, Aurelio De Laurenttis, que le califica frecuentemente de "letrina" o "porquería".

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Con motivo de una visita del Real Madrid en 2017, se vio a un dirigente llevándose las manos a la cara y suspirando un "¡Qué vergüenza!" al entrar en la sala con humedades en las paredes donde iba a tener lugar una conferencia de prensa de Zinedine Zidane.

Antes de un Nápoles-Liverpool, una periodista inglesa publicó en las redes sociales un vídeo del pasillo semienterrado que recorren los periodistas de la sala de ruedas de prensa a la zona mixta.

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"Claro que es viejo, claro que tiene problemas. Pero es intimidatorio para los rivales. Sienten el peso de este estadio y la pasión de los tifosi. Cuando está lleno, es excepcional", asegura a la AFP Daniele 'Decibel' Bellini, el inimitable 'speaker' de San Paolo.

"Para nosotros, es ante todo el estadio donde ha jugado el más grande de todos los tiempos. Eso no se puede cambiar, pese a sus años y las obras", añade Bellini, que lleva el micrófono que enciende a los aficionados desde 2010.

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Sambuca y Borghetti 

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Los Rolling Stones o Frank Zappa han actuado allí, pero "el más grande" al que se refiere Bellini es, por supuesto, el argentino Diego Maradona, que fue recibido en ese lugar por más de 60.000 personas en 1984.

El rosto del 'Pelusa' está por todas partes en los alrededores del estadio: hay fotos suyas en los bares, en las paredes e incluso en las bufandas de los vendedores que se acercan a los visitantes para ofrecerles pequeñas botellas de "sambuca y borghetti", un licor de anís y otro de café.

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En San Paolo, el espíritu local está en la superficie, pero también en la parte subterránea. Construidos en 1990 bajo el césped pero nunca utilizados y pronto tapiados, los aparcamientos del estadio son también el tema de decenas de historias, algunas corroboradas y otras leyendas urbanas.

De Laurentiis asegura que allí se celebran "misas negras", 'raves' salvajes y sesiones de discotecas clandestinas.

Los aficionados del París Saint-Germain no acudirán el martes allí para ninguna de esas actividades, sino para un gran partido de fútbol.

"Es gigante, enorme, monstruoso. Me tiemblan las piernas cada vez", avisa Bellini a los parisinos sobre la impresión que produce pisar la hierba de San Paolo.

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