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La realidad de James

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Ganó el Madrid con sus estrellas refulgentes, con fútbol demoledor, autoridad con calidad, diferencia humillante y goles magistrales.

Perdió Colombia por James en la tribuna, ignorado en los planes estratégicos del entrenador; y por Cuadrado, con su expulsión a los 12 minutos de haber ingresado, ligereza incluida del árbitro.

Con Zidane, James nunca tuvo química. No hubo sintonía en la relación, deteriorada cuando se evaporó el respeto al jefe y a sus antecedentes de lujo. El francés es una leyenda intocable para los 'merengues', por sus cuatro copas Europeas como jugador y entrenador, sus títulos en liga y sus genialidades como histórico en el manejo del balón. Es el amo absoluto del vestuario, así en Colombia, por protección al ídolo, se le vea como un demonio.

Hace rato James no es James. Perdió desde la cabeza cuando sus desplantes empañaron su talento. Tres años después de su llegada, con su prometedor estreno ante el Sevilla en la Recopa Europea, es una sombra que sobrevive en la vitrina, por el cortejo de clubes que se ofrecen para su reivindicación, la que no se  ve complicada si cambia de rumbos.

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Perdió el pulso ante jóvenes que interpretaron bien la subordinación, con paciente espera por la oportunidad, como Isco, Lucas y Asensio, sin las facultades técnicas de James, ni sus condiciones de asistente y goleador.

Hoy el talentoso volante no tiene protagonismo, a pesar del empeño de sus aduladores en cubrir con cortinas de humo la realidad que vive, ocultando la verdad con mentiras.

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Seguro, no es James. Es una copia del ídolo colombiano venido a menos porque no ha sabido jugar dentro y fuera de las canchas con inteligencia.

Las dudas pasan ahora por elegir bien el futuro, con traslado a un club donde vuelva a ser el genuino exponente del fútbol moderno que encandila. En Real se ve improbable la regeneración de la amistad rota con su entrenador, a pesar del padrinazgo de Cristiano.

Que lástima que en esta clamorosa victoria del Madrid, James no este en un primer plano. Su imagen perdida entre el tumulto triunfal, con gestos forzados, no es, sin embargo, una paliza. Es un llamado de atención, para saldar cuentas, para ganarle tiempo al tiempo. Todo lo anterior con el ánimo golpeado de quienes valoramos su clase… Así nos duela.

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