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La histórica aventura del 75

La siempre perdedora selección Colombia tuvo su primer momento de gloria en la Copa América de 1975. Recuerde con Golcaracol.com la gesta que nos llevó a la final con una generación brillante.

Hace tres décadas Colombia era la cenicienta del fútbol suramericano. La Selección perdía siempre frente a Argentina y Brasil, tenía una que otra victoria histórica sobre Uruguay (la más importante en Montevideo y con gol de Willington Ortiz en desarrollo de las eliminatorias al Mundial de 1974), y Perú y Paraguay solían amargarnos el camino. Pero en 1975 se volvía a jugar la Copa América después de un receso de varios años, y Colombia tenía aspiraciones de figurar.

El país por primera vez veía que su equipo tenía la mejor nómina desde los días de los “héroes de Arica” que habían clasificado al Mundial de 1962, en donde lograron el histórico 4-4 con la URSS, y que la compenetración de los jugadores de distintos clubes era realmente buena en comparación con el tradicional regionalismo que se vivía en cada convocatoria de una selección Colombia.

La Conmebol determinó jugar el torneo con partidos de ida y vuelta en tres grupos de tres equipos, de los que sólo el vencedor pasaría a la semifinal, donde ya estaba Uruguay por ser el campeón vigente. 

El grupo de Colombia era con Ecuador y con el temido seleccionado de Paraguay, favorito y famoso por su estilo de juego, la garra guaraní, que le aseguraba al rival que tendría que trabajar el doble y cuidar mucho sus piernas si quería vencer a los jugadores con la camiseta blanca y roja. 

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El primer partido de la Selección que dirigía el legendario Efraín 'Caimán' Sánchez fue contra los paraguayos en el Campín el 20 de julio de 1975. En un juego complicado en el que la garra guaraní casi acaba con las ilusiones de los colombianos en su día patrio, el hoy difunto Ernesto Díaz hizo el gol del triunfo.

Colombia, que jugaba con una camiseta color zapote y pantaloneta negra, uniforme que había reemplazado al azul celeste con el que se jugó el mundial del 62, tenía el mejor equipo que había tenido en toda su historia: Pedro Zape era el arquero, estaban Jesús 'Toto' Rubio, Osvaldo Calero, José 'El Boricua' Zárate, Alfonso Cañón, Henry 'La mosca' Caicedo, Ponciano Castro, Víctor Campaz, Eduardo Retat, Diego Umaña, Fernando Castro, Ernesto Díaz y Willington Ortiz, entre otros, como los nacionalizados Nelsón Silva Pacheco y Hugo Horacio Lóndero, que por muchos años fue el máximo anotador en la historia del fútbol profesional colombiano. 

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Paraguay no había dejado jugar bien al equipo, así que la prueba de fe que necesitaba el pueblo colombiano se la dio su Selección una semana después cuando, en una brillante demostración de fútbol, le ganó a Ecuador en Quito por 3-1. Estos cuatro puntos, porque entonces al vencedor sólo se le daban dos, le aseguraron el liderato del grupo y le dieron confianza para viajar a Asunción a enfrentar a la Selección de Paraguay, a la que sólo le servía ganar.

La batalla de Defensores del Chaco

El 31 de julio de 1975 fue el día en que nació un discurso popular que renace cada vez que la selección Colombia debe jugar en el estadio Defensores del Chaco de la capital paraguaya. Ese día los colombianos pudieron ver por televisió cómo los paraguayos confusamente pateaban las piernas de los ídolos nacionales en vez de patear al balón, y cómo Colombia apenas si se podía defender de los continuos ataques de Paraguay.

De pronto, Ernesto Díaz recibió el balón, no lo pensó dos veces y sacó un gran remate que se convirtió en el primer gol de Colombia. Terminaba el primer tiempo y con este las esperanzas de Paraguay de pasar a la semifinal de la Copa América, pero los jugadores y la policía no estuvieron de acuerdo con el gol y de pronto se vio que Díaz corría nuevamente, aunque no con dirección al arco contrario. Ever Almeyda, arquero paraguayo, lo perseguía a patadas por todo el campo.  

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De un momento a otro la policía paraguaya invadió el campo y empezó a repartir bolillazos a diestra y siniestra entre los jugadores colombianos. Al técnico Sánchez también le tocó lo suyo y le fueron propinados varios golpes en los brazos y el rostro. Willington, por su parte, amagaba a los policías y al defensa Alcides Sosa, que se quería llevar una pierna suya de recuerdo para la casa, y al pobre Alfonso Cañón por tratar de defender a 'La Mosca' Caicedo lo encañonaron.

El árbitro detuvo el partido y la Confederación Suramericana de Fútbol le otorgó los puntos a Colombia: por primera vez la Selección estaba en semifinales de un torneo tan importante y, para celebrarlo, el pueblo recibió a sus jugadores en el aeropuerto como si fueran héroes haciéndoles calle de honor por toda la Avenida 26.

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Para devolver la atención la Selección confirmó su clasificación con  un 2-0 sobre Ecuador en el Campín el 7 de agosto para darle así un nuevo sentido al término fiesta patria. 

Ese extraño 75 

Mientras Mohamed Alí le demostraba a todo el mundo que él era “el mejor jamás nacido” al derrotar a Joe Frazier y Antonio Cervantes, 'Kid Pambelé', hacia lo propio en Colombia seguido de cerca por 'Rocky' Valdés, la gente estaba emocionada por la semifinal de Copa América y veía con expectativa que el rival sería Uruguay mientras en la otra llave se enfrentarían los poderosos Brasil y Perú. 

El primer partido, en Bogotá, fue una victoria contundente y humillante de 3-0. Nunca una Selección Colombia le había metido tantos goles a Uruguay y la fiesta fue total, pues la diferencia de goles sería difícil de remontar en Montevideo. 

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El primero de octubre en Montevideo se creó otro discurso colombiano sobre el fútbol: los árbitros chilenos nos perjudican. Ese día el árbitro Rafael Hormazábal permitió que los jugadores uruguayos, textualmente, molieran a golpes a los colombianos sin mostrar siquiera una tarjeta y pitando todas las faltas a favor de los locales.

Ese día los uruguayos demostraron que su estilo de juego, que se resume en la frase de su legendario capitán Obdulio Varela, “con la celeste somos dos veces hombres”, a veces los vuelve dos veces bárbaros y Willington Ortiz terminó lesionado, Ernesto Díaz inmovilizado, 'El Camello' Soto con contusión cerebral y el arquero Zape con un hombro dislocado.

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La derrota por 1-0 fue heroica pues, además de las lesiones, Zape con su hombro dislocado tapó todo lo que alguien con alas podría tapar, incluyendo un penalti de Fernando Morena, y además el mismo Morena erró otro tratando de colocarla en el ángulo de la portería. El presidente Alfonso López Michelsen se olvidó por un momento de la inflación y de la bonanza cafetera que extrañamente le estaba trayendo pérdidas al país, y fue a recibir a los héroes al aeropuerto. 

Sólo era cuestión de esperar el rival entre el vencedor de Perú y Brasil, y la noticia, como pocos la esperaban, era que la Selección Colombia debía jugar contra el Perú de Hugo Sotil, Teófilo Cubillas, Juan Carlos Oblitas y Héctor Chumpitaz: la mejor selección peruana de la historia.

Nuestra primera final de Copa  

La Selección se volvió el referente nacional. Había representantes de todas las regiones y todos eran necesarios; además, eran considerados ídolos y como tales eran dignos de ser imitados el descomunal afro de Diego Umaña, las patillas de Lóndero, las solapas que siempre vestía Retat y la sapiencia, admirada por todos, del 'Caimán' Sánchez.

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Los jugadores eran invitados a los programas musicales y de variedades a que hablaran del futuro del fútbol y contaran sus vidas, Pacheco llevaba a Ernesto Díaz a que lo acompañara en sus locuras para que todo el país viera a sus dos ídolos por televisión, y si Willington Ortiz no protagonizó una novela era por que en esa época el gremio de los actores era muy serio y profesional, y la actuación se entendía como algo artístico que necesitaba escuela.

El día que los once titulares saltaron a la cancha para disputar por primera vez en la historia una final con la selección Colombia, El Campín entero, y todo el país que los veía por televisión, vibró: sobre el pecho naranja de esa camiseta los jugadores llevaban cruzada una franja con la bandera de Colombia. 

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Pero Perú no era fácil, no sólo tenía magníficos jugadores, sino que su juego de toque y pases precisos era muy difícil de controlar. Colombia ganó difícilmente por 1-0 y si empataba en Lima sería campeón de América. 

La publicidad con los jugadores desbordaba los periódicos. Todos los productos querían tener a un miembro de la selección anunciándolos. Los afiches del equipo nacional no eran suficientes en las esquinas para surtir el mercado y el país estaba en vilo esperando que Willington se recuperara de su lesión para poder jugar en el partido definitivo.

Tristemente Perú le amargó el rato a Colombia y ganó claramente por 2-0. Este resultado obligaba a un tercer partido en una cancha neutral, ya que en esa época no contaba la diferencia de goles en la final, y la sede fue Caracas.

El 28 de octubre, ante un rival superior, con un Cubillas imparable y un Chumpitaz que no dejó hacer nada a Willington y a Campaz, Perú se proclamó por segunda vez campeón de la Copa América al derrotar a Colombia por 1-0 con gol de Sotil. 

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Se perdió el título pero se ganó en nombre y el pueblo colombiano ya tenía grabadas tres sílabas para siempre: CO-LOM-BIA.

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