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Una noche malísima

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Foto: Colprensa

Seguro como yo, muchos pasaron una noche malísima. Inevitable dar vueltas en la cama pensando en lo que no fue, pero pudo ser. Y tan cerca que estuvimos.

Sobre el final del partido una lluvia de insultos para un equipo que desborda talento, pero carece de corazón en los momentos definitivos. Lo de siempre, nos falta garra. Es increíble que, faltando 5 minutos para clasificar, ganando en casa, con un estadio lleno, nos remonte el marcador un equipo que ni se enteró como hizo los goles: un rebote y luego un contragolpe que permitió Colombia, después de unos 40 errores tácticos cometidos.

Creo que la tristeza no me permitió terminar una cerveza que me tomaba y que había destapado luego de la euforia generada por el gol de Falcao; todo fue muy efímero. Pero bueno, ese es el fútbol y así lo queremos y lo sufrimos. De cualquier manera, hice el intento de acostarme a dormir y nada, imposible conciliar el sueño con las imágenes en la cabeza dando vueltas una y otra vez, cada una, acompañada de un insulto para los jugadores ¡¿Por qué?!

Finalmente llegó el sueño, pero, al despertar, la tristeza no se quitó, seguía ahí. El baño con mucho jabón no ayuda a sacar ese sentimiento, pero uno comprende que está diferente a lo que estuvo cuando finalizó el partido. Esta vez solo hay tristeza, los insultos pasaron a un segundo plano.

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¿Y por qué pasaron a un segundo plano? Porque la cabeza se enfrió y volvimos a ser los hinchas de siempre, o por lo menos, a mí me pasa así. Pese a la derrota de ayer y la cantidad de insultos lanzados, estaré el martes sentado frente al televisor, con el corazón en la mano, esperando que saquemos adelante la última parada (y la más brava) contra Perú, en Lima. Rusia tan cerca y tan lejos a la vez.

Hacemos cuentas, hablamos, discutimos con amigos y, sin importar el tono o lo que se diga, la conclusión siempre es la misma: para el martes tenemos que sacar todo adelante, a pesar de la derrota, hay esperanzas. Llevamos años confiando en estos jugadores, que tal vez no son los mejores del mundo, pero nos representan y, con certeza, como yo, muchos no quieren a otros en su lugar. Estos son los nuestros. Yo no quiero un arquero que no sea David Ospina, así muchos lo crucifiquen hoy (yo lo hice al final del partido). Uno no debe olvidar las buenas con las malas. Siempre hay que estar.

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Añoramos al James que lo deja todo en la Selección y nos duele sentir que no corre igual que antes, pero no queremos a otro. Igual pasa con Cuadrado o Carlos Sánchez, con todos sus errores los queremos a ellos, no a otros. Solo esperamos que mejoren y los apoyamos para que así sea, entre insultos y falta de esperanza ante los malos resultados, sabemos por dentro, como buenos hinchas, que cuando hay una lucecita por allá al fondo, debemos aferrarnos a ella.  

Hoy entonces, con la misma tristeza de ayer, pero sin rabia, afronto el día y espero ansioso el martes. Los insultos no van a sumar, destruir a nuestros jugadores tampoco. Tal vez de aquí hasta el partido pase alguna mala noche haciendo cuentas sobre cómo clasificar considerando todos los escenarios o use calculadoras para intentar descifrar una Eliminatoria que no responde a la lógica. Entre más resultados asumimos, más sorpresas caen.

Por lo anterior, seguro como yo, muchos esperamos pasar una muy buena noche el martes. ¿Que está difícil? Sí. ¿Que dejamos pasar una oportunidad? Sí. ¿Que nos enojamos después de perder con Paraguay e insultamos a todo el mundo? Tal vez. Pero, si nos preguntan si estaremos apoyando el martes al equipo, la respuesta es un SÍ contundente, porque con la tristeza de haber dejado pasar una oportunidad, apelaremos a la esperanza que queda, sin rabia, sin insultos, con ilusión renovada y con la certeza de que estos jugadores, que vivieron 5 malos minutos en el partido que pasó, aguardan con sed de revancha una nueva oportunidad que les dé el fútbol, para seguir dándole alegrías a un país que, como yo, pasó una noche malísima.  

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