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JUNTOS: LOS JUGADORES Y LA HINCHADA

El partido del 19 de mayo de 2016 quedará en la historia del club Atlético Nacional. Para los que tuvimos la fortuna de vivirlo en las graderías del estadio Atanasio Girardot, lo que se vio y se sintió fue algo orgásmico. Un sube y baja emocional que solo este equipo amado ofrece a través de un bello deporte como es el fútbol. Me devané las neuronas durante esta mañana tratando de encontrar un partido que supere lo que se dio ante Rosario y, a pesar de tener mil gestas épicas en la historia, no recuerdo haber visto algo como lo que sacudió a la hinchada verdolaga en el juego ante los rosarinos. No busquemos un análisis táctico, acá la única táctica fue la de siempre buscar el arco del timorato Sosa y tener un equilibrio defensivo. No es necesario irnos a análisis rebuscados, nada, la cosa fue simple: Nacional siempre tuvo la iniciativa, siempre buscó demoler al rival, lo hizo por el centro, por las bandas, por arriba y por abajo. Y, las pocas veces que la visita inquietó (tengo en mi cabeza solo dos remates al arco en todo el partido, el penal no lo cuento, fue una jugada aislada), la defensa controló, y hablar de defensa incluye al gran Franco Armani. El resto un monólogo verde sobre campo canalla. Lo que hace este partido algo único y orgásmico fue la comunión que se dio entre hinchada y jugadores. Era un ambiente siamés, unidos y pegados a través del corazón y el alma. El adn verdolaga, ese que habla de la berraquera, del honor, del hacer respetar la casa y el colectivo, afloró como nunca. A pesar del penal tempranero la vocación no decayó ni en la tribuna ni en el gramado. Atlético Nacional fue un solo cuerpo, un puño cerrado que sabía que era más que el rival. Nada fue fácil. El gol de Macnelly fue en la agonía del primer tiempo y desde el punto de vista mental-emocional irse al camerino con un peso responsable de 3 goles era muy distinto a lidiar con uno de 2 anotaciones. Ahí empezó el cimiento para hacer crecer la grandeza y minimizar los ímpetus del rival. Ímpetus que se limitaron a la pérdida de tiempo, a jugadores rosarinos que se caían porque el césped les decía: ¡Hola! Pero de propuesta futbolística, poco. Eso sí, no chillo, lo que hicieron es parte de este deporte, es sacar ventaja del tiempo, eso lo hemos hecho todos lo que alguna vez pateamos un balón. Y la hinchada gritaba, saltaba y el equipo seguía adelante siempre mirando a Sosa bajo esos tres palos, siempre con el radar ahí, siempre con la posesión del balón como arma de sometimiento absoluto. Y así llegó el segundo, y así el equipo siguió, siguió, siguió pero el tiempo corría más rápido. Y llegó una aproximación de Rosario y apareció Armani con su grandeza. Fue una sacada de campeonato, de equipo grande con arquero inmenso. No sé si eso ayudó o si eso marcó una alteración fuerte en el electrocardiograma de los jugadores, en la tribuna sí lo hizo. La cosa no estaba de infarto, qué va, la situación estaba de muerte… Y si usted habla de suerte en el tercer gol de Nacional, usted no ha jugado o entendido este deporte. La diagonal descontando rivales de Ibargüen no es suerte, la gambeta a su último marcador para enviar el centro no es suerte, el cabezazo para bajar el balón de Alexis Henríquez no es suerte, y la intuición y definición de Orlando Berrío no es suerte. No amigos, es vocación ofensiva, es talento puro, es amor propio. Repito: ni es suerte, ni eso lo compró Postobón o los que quieran al son de llanto… Para definir lo que se sintió en la hinchada necesitaría 44 mil adjetivos en el Atanasio y más de 10 millones de los mismos para el país. Me remitiré a lo que viví: llanto. Llanto puro, llanto de agradecimiento, de felicidad, de éxtasis, de desahogo, furia, alegría, orgasmo total. Levanté mi cara en medio de abrazos y vi muchos llantos verdolagas. El gol se sintió en el alma y se expresó con la médula. Ya vino la pelea, la provocación y el show maluco. Jamás será un buen espectáculo pero no hay que ser más papistas que el Papa. La moral se prostituye tan fácil que cada uno la vuelve maleable a su antojo. “Hay que saber perder y hay que saber ganar”, sí, muy lindo y todo, y el agua moja y si no te limpias te ensucias. Esto es fútbol, no Barbies y, como lo puse en un trino: “¡Negro de mierda! Te lo dicen 90 minutos, al final, el negro te la hace ver negra, pierdes y te lo cantan en la cara. A llorar a Arroyito...” Te provocan, provocas, sí, hay que controlarse pero a veces no siempre está la Urbanidad de Carreño para solucionar tus líos en un campo de fútbol. Repito: más papistas que el mismo Papa. Por último, otro aspecto histórico fue lo de Alexánder Mejía. Jamás había visto una hinchada respaldar y cobijar así a un jugador cuando lo tratan de agredir. Fue otro momento mágico, fue la representación literal y gráfica del: “Juntos, los jugadores y la hinchada”. En dos meses es la semifinal, por ahora disfrutemos lo vivido, el partido épico. Luego nos preocupamos por saber si van a desmantelar el equipo y cómo vamos a enfrentar a Sao Paulo. Jamás olvidaremos lo del 19 de mayo de 2016, juntos: hinchada y jugadores, fuimos Atlético Nacional. Fuimos la templanza y la grandeza de este suelo. Hoy, con toda el alma lo tenemos que gritar: “¡Somos del Verde, somos orgullosamente felices!” Seguir a @poterios

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